miércoles, 12 de septiembre de 2012

Algo que necesitaré siempre.

 Por favor, antes de leer esto pincha aquí. 

 Entonces volví a mirarlo a los ojos. No era él. Estaba ausente. Apagado. Su mirada ya no decía lo mismo de antes. En el ambiente no se notaba el calor de antes. Frío. Frío que recorre mis venas. Una pequeña lágima corre por su rostro. Se me parte el alma. Su mirada no brilla como siempre. Ahora no sonríe. Y tampoco puedo hacer que lo haga. Intento que me mire, pero no lo hace. Su mirada sigue clavada en el suelo. Tan ausente como antes. 
Me acerco a él. Lo suficiente para poder tocar su mano. Por un segundo noto el frío de su piel. Y él solo se encoje en el sillón. No me mira. No hace nada más. Otra lágrima baja rápida por su cara. Me mira. Sus ojos muestran miedo. Ganas de huir. Con solo una mirada puedo saber que pasa. Agarro su mano. No puedo hacer nada más. Este frío me ha paralizado. Me ha dejado sin fuerzas. Ver como llora no tiene ninguna reacción buena en mi. No puedo. 
Suspiro levemente y entonces tartamudeo un poco antes de preguntar:

-¿Que sientes, Carlos?
-Miedo -responde agarrando fuerte mi mano-. Miedo a que te vayas. Miedo...miedo porque sé que vas a irte. 

Vuelvo a dirijir mi mirada al suelo y suspiro. Esta vez lo hago de una forma más pesada. El nudo que ocupaba antes mi garganta ahora es mucho mayor. No deja ni que trague saliva. Y rompo a llorar. No puedo escuchar eso. Me hace daño que diga eso. 

-Sabes que no voy a irme, Carlos.
-Ahora no pero quizás, dentro de veinte días, ya no pienses lo mismo. Quizás dentro de un mes ya no me necesites y te vayas. Tengo miedo de que tú también me abandones.

Desde que su madre se fue hace dos años, tiene miedo. Miedo a todo. No puede soportar la idea de que me vaya. Pero, lo que no comprende es que, sin él no puedo vivir. No quiero. No me iré porque lo necesito. A él. Y si me voy no seré lo mismo. Necesito sus sonrisas. Sus abrazos. Sus pequeños 'te quiero' susurrados en mi oído al despertar. Sus tonterías. Y hasta sus enfados. 

-¿No lo entiendes, Carlos? -pregunto alzando un poco la voz. Con rabia. Con impotencia.
-¿Que tengo que entender? -pregunta con algo de incredulidad.
-Que te necesito. Que no puedo vivir sin ti. Que no quiero vivir sin ti. Que ahora no pienso dejar que la distancia nos gane otra vez con lo que nos costó ganarla a ella. Que quiero ver tu cara al despertar todos los días de mi vida. Que no me voy a ir. Que no voy a dejarte. Ya ni siquiera es por ti. Es por mi. Porque si me fuera no sé que sería de mi. Estaría perdida. No sabría quien soy ni a donde voy. Que te necesito a ti, Carlos. ¿Lo entiendes?

Otra pequeña lágrima se derrama por su cara. Y una sonrisa aparece en sus labios. Ya la echaba de menos. Ya necesitaba ver una sonrisa de las suyas. Y se acerca un poco más a mi. Susurra un pequeño 'te quiero' y después me besa. Haciendo aparecer de nuevo aquella magia que se marchó hace unos meses. Y vuelve esa sensación a mi estómago. Esas pequeñas mariposas como suele llamarlas la gente. Esa sensación de tocar el cielo con los pies aún en la Tierra. Necesitaba volver a sentir esto. 
Sonríe otra vez. Encima de mis labios. En medio del beso. Y vuelve a susurrar algo. Algo así como: 'Quedate para siempre, ¿eh?'.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El tiempo, que se escurre entre los dedos.